Rescate en el tiempo.
Don Tino sabía muy bien que con cada trago a su botella de aguardiente , se bebía sus días, los muchos o pocos que le faltaran, pero ya no le importaba, la caña brava destilada era más dulce que sus horas amargas en el mundo.
En los días más calurosos del verano sus huaraches -más cansados que sus pies-
bebían el polvo del camino reseco que abandonaba el pueblo por el oeste, el mismo camino que recorría el sol en su paso por aquel pueblo del trópico, acompañado de su adorada botella y de ‘’jurgo’’ su inseparable perro y amigo, se internaba en el monte espeso y poco frecuentado, para platicar solo y dormir los días brillantes que lo rechazaban despierto, jurgo se quedaba en cualquier rincón cerca, rascándose las pulgas y tirando mordidas a las moscas fastidiosas.
Un día ya no regresaron a la casa desvencijada que habitaban, nadie los buscó, nadie los extrañó, solo eran un par de viejos sin familia, sin amigos y hasta sin recuerdos.
Muchos años después, un niño sin amigos y de escasas palabras, también vaga por aquel bosque oscuro y lleno de fantasía.
Absorto en el concierto musical que una lluvia inesperada produce contra las ramas de los árboles y en el caudal que rápido crece en el lecho de la barranca, no se da cuenta que la noche llega.
De pronto la piel se le eriza por el frío y el corazón se le estremece por el temor a la oscuridad, tiene la mala costumbre de caminar lejos de las veredas, igual que los animales salvajes, y ahora no sabe por dónde regresar al pueblo.
¡Todo está tan oscuro!
El concierto mojado amaina por un momento y unos ladridos cercanos le devuelven la esperanza, a la breve luz de un relámpago ve un perro desconocido que no deja de saltar y agitar su cola alegremente, a la orilla del arroyuelo crecido, la figura un poco encorvada de un viejo con sombrero que le cubre el rostro y escurre agua por todos lados le urge:
-Vamonos chaval!-
El chico duda por un momento, pero el suave empujoncito de la cara del perro sobre sus piernas lo hace caminar, la oscuridad sigue siendo absoluta, pero se presiente la presencia del hombre adelante y del perro atrás, un suave cosquilleo le recorre todo el cuerpo y le hace olvidar el frío y el miedo, este solo desaparece cuando las primeras luces del pueblo iluminan sus pupilas, el bosque queda atrás, lo mismo que los ladridos jubilosos de un perro y el canto melancólico de un viejo.
Un tiempo después el chico oye por casualidad, la historia casi olvidada de un viejo y su perro extraviados hace ya mucho tiempo en el mismo bosque, solo sonríe; él, que sigue regresando a esas arboledas y arroyos secretos, sabe que en las noches tempestuosas un perro salta con alegría en medio de la lluvia, y un viejo con sombrero grande fuma un cigarrillo que no se extingue con el agua ni el tiempo, mientras espera, ¿quien sabe que? pero espera, siempre espera.
En los días más calurosos del verano sus huaraches -más cansados que sus pies-
bebían el polvo del camino reseco que abandonaba el pueblo por el oeste, el mismo camino que recorría el sol en su paso por aquel pueblo del trópico, acompañado de su adorada botella y de ‘’jurgo’’ su inseparable perro y amigo, se internaba en el monte espeso y poco frecuentado, para platicar solo y dormir los días brillantes que lo rechazaban despierto, jurgo se quedaba en cualquier rincón cerca, rascándose las pulgas y tirando mordidas a las moscas fastidiosas.
Un día ya no regresaron a la casa desvencijada que habitaban, nadie los buscó, nadie los extrañó, solo eran un par de viejos sin familia, sin amigos y hasta sin recuerdos.
Muchos años después, un niño sin amigos y de escasas palabras, también vaga por aquel bosque oscuro y lleno de fantasía.
Absorto en el concierto musical que una lluvia inesperada produce contra las ramas de los árboles y en el caudal que rápido crece en el lecho de la barranca, no se da cuenta que la noche llega.
De pronto la piel se le eriza por el frío y el corazón se le estremece por el temor a la oscuridad, tiene la mala costumbre de caminar lejos de las veredas, igual que los animales salvajes, y ahora no sabe por dónde regresar al pueblo.
¡Todo está tan oscuro!
El concierto mojado amaina por un momento y unos ladridos cercanos le devuelven la esperanza, a la breve luz de un relámpago ve un perro desconocido que no deja de saltar y agitar su cola alegremente, a la orilla del arroyuelo crecido, la figura un poco encorvada de un viejo con sombrero que le cubre el rostro y escurre agua por todos lados le urge:
-Vamonos chaval!-
El chico duda por un momento, pero el suave empujoncito de la cara del perro sobre sus piernas lo hace caminar, la oscuridad sigue siendo absoluta, pero se presiente la presencia del hombre adelante y del perro atrás, un suave cosquilleo le recorre todo el cuerpo y le hace olvidar el frío y el miedo, este solo desaparece cuando las primeras luces del pueblo iluminan sus pupilas, el bosque queda atrás, lo mismo que los ladridos jubilosos de un perro y el canto melancólico de un viejo.
Un tiempo después el chico oye por casualidad, la historia casi olvidada de un viejo y su perro extraviados hace ya mucho tiempo en el mismo bosque, solo sonríe; él, que sigue regresando a esas arboledas y arroyos secretos, sabe que en las noches tempestuosas un perro salta con alegría en medio de la lluvia, y un viejo con sombrero grande fuma un cigarrillo que no se extingue con el agua ni el tiempo, mientras espera, ¿quien sabe que? pero espera, siempre espera.
Excelente Pablo, ésta es otra genialidad tuya. Una hermosa historia de lluvia. "Rescate en el tiempo". Dan ganas de volverla a leer ☺☺☺☺
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