Encuentro.

Era una  de esas tardes lluviosas y frías que solo te hacen  pensar en una taza de café, no era una lluvia fuerte,
pero si constante, de esas que al principio intentas ignorar, y al momento siguiente te tienen empapado;
mis ojos buscaron con ansiedad por  alguna cafetería, las estrechas calles de aquella vieja ciudad
estadounidense lucían más grises y tristes que de costumbre, algunas luces del alumbrado público
se empezaban a prender, la noche y la lluvia  poseían poco a poco las viejas edificaciones, y los pocos
transeúntes que se podían ver en las aceras, buscaban el refugio de algún bar o cafetería al igual que lo
hacía yo, la tarde se resistía a morir del  todo y con los últimos rayos de un sol malhumorado de invierno,
todavía delataba algunas negras y espesas nubes, que como gigantescas aves prehistóricas sobrevolaban
la inerme y apabullada ciudad, las luces de algunos autos que circulaban las mojadas calles intentaban sin
mucho éxito combatir las tinieblas que cada vez ganaban más espacios, era el final del día y muchas personas
 sólo querían llegar a casa, llegar al abrigo del hogar y de la familia, matar por fin la horrible rutina que un
malvado reloj se encargaba de marcar día a día.
Yo; como la mayor parte de mi vida, solo estaba de paso por aquel conglomerado de edificios y gente,
no tenía una familia ni un lugar que llamara hogar, en ninguna parte me esperaba nadie, así que lo único
que me importaba era el rápido abrigo de un techo, un poco de calor que combatiera el frío  de la lluvia y
la calle y un maldito café!
Las puertas de aquella cafetería me parecieron las mismas puertas del cielo, en el momento que las traspase y
el incitante aroma golpeó mi nariz tuve la completa certeza de que si había entrado al paraíso.
Mi primera intención fue sentarme al mostrador, pero la pecosa  y poco amigable cara del gringo enorme
y gordo que atendía el mismo me hizo cambiar de opinión, así que opte por acomodarme en una de las pocas
mesas que aún permanecían vacías, una mesera robusta y con sonrisa fingida me tomo la orden;
un sándwich intrascendente que aliviara mi necesidad urgente por calorías, y por fin… mi bendito café!
 Mientras la atareada mesera se alejaba con prisa, mis ojos se acostumbraban a la media luz del interior
del local, y de pronto la vi, a cuatro mesas de mí, como una aparición angelical, la tenue luz de las colgantes
lámparas parecía multiplicarse en sus rubios cabellos, dando la impresión de que su entera melena era una
llama compacta que ardía y jugaba en su cabeza y sólo  respetaba la belleza de su rostro, su vestido blanco
como la nieve realzaba aún más su imagen casi celestial, y las finísimas líneas de su rostro único, avalaban
todavía más su procedencia no terrenal, sus ojos azules irradiaban una mezcla de ternura, bondad y amor,
mi acostumbrada y poco educada indiferencia hacia los demás se transformó por completo en un instante,
mis ojos simplemente no se podían despegar de aquella maravillosa visión, y estaba sola, completamente sola,
como yo, solos en aquella noche de perros. y  en el momento menos esperado sus ojos se posaron en mí,
al principio de manera accidental, después hasta pude notar un poco de indiferencia, pero enseguida
-tal vez sería mi cara de idiota,- pero lentamente se le fue formando una sonrisa simplemente fantástica,
una sonrisa que en la distancia me sembró una chispa  que exploto en mi corazón una onda de calor que
de súbito me inundo todo el cuerpo.
Afuera la lluvia arreciaba, y en forma por demás artera, se  acoplaba con el frío en una danza malévola
que el irresponsable y juguetón viento les marcaba.
Pareciera que aquel diluvio invernal intentaba lavar la ciudad, y llevarse con sus aguas, toda clase de
emociones, buenas y malas, pero  estas que nacen en el corazón de los hombres no son fáciles de lavar,
muchas veces ni las lágrimas lo logran.
La sonrisa cada vez más abierta y prometedora de aquel  angelito rubio que tenía enfrente me parecía la
dorada llave a un paraíso prohibido, a una gruta encantada de esas que esconden tesoros  que esperan ser
encontrados, o en términos más prácticos; el tentador preámbulo a una noche deliciosamente sensual!
Pero el exagerado pragmatismo que algunas veces me distingue, me obligó a poner freno a mis loca
 imaginación, que sin topes ni límites ya volaban alto y lejos.
Con una sonrisa para mis interiores llena de desencanto, pero también de realismo, pensé que ella solo
estaba buscando hacer algo de efectivo aquella noche horriblemente fría y lluviosa, después de todo por
muy angelical que luciera, al final de cuentas solo era una mujer más  de carne y hueso, seguramente
pagaba renta y necesitaba comida, ropa, calzado, a veces es tan difícil obtener dinero…
Sin embargo cuando su mano se agitó en el aire en un ademán de saludo y sus ojos centellearon una chispa
prometedora, simplemente ya no pude resistir! Sin poder evitarlo me puse de pie, y mis piernas avanzaron
decididas, en un segundo dibuje en mi rostro la mejor de mis sonrisas, y a pesar  de la experiencia que me
ha dado mi edad, al estar frente a ella mis labios se negaron a soltar palabra alguna, y por un momento
hasta pensé seguir de frente, pero el “hola” de ese angelito rubio me congelò en un santiamén, mi boca pudo
por fin balbucear un hola de regreso, como si ella hubiese notado  mi descontrol se decidió a tomar las
riendas de aquel encuentro de dos solitarios, al inicio de una noche fría y poco grata, un encuentro abrigado
por el aroma de café y el golpeteo insolente de la lluvia en el indiferente pavimento de las calles.
-Me parece que te he visto antes- fue su manera de iniciar aquella charla, y aunque yo sabía que tal cosa no
era posible, descaradamente le seguí  el juego.
Hee… si yo también tengo la misma impresión, probablemente en este mismo café. Inmediatamente solté la
siguiente pregunta;
-¿Puedo sentarme?
–¡Claro!- me respondió  con una sonrisa aún más brillante.
-Vienes con frecuencia a este café?
-Mmm  no muy seguido, pero si algunas veces- respondí a sabiendas que tendría que improvisar toda la
historia, por lo menos hasta saber que pasaría en  los minutos que estaban por venir.
Siempre he tenido problemas para concentrarme en una plática un poco larga, y cuando la persona de
enfrente es  tan linda, me cuesta un poco más, yo sabía que ella seguía hablando porque veía sus labios
moverse y su sonrisa danzando por toda su bellísima cara, pero yo ya estaba perdido en la profundidad
de sus ojos azules, recorriendo mentalmente la seda de sus rubios cabellos, la tersura de su piel que me
coqueteaba desde su blanquísimo cuello, sus rosadas mejillas, y aun mucho más desde el nacimiento de
sus senos, que palpitantes delataban el compás de su corazón, y toda la celestial música que esa  divina
criatura llevaba por dentro y que solo un amante dedicado como yo podía leer lo mismo en la cadencia
de su risa, que en el brillo festivo de sus ojos…
En el resto del salón, era constante el  murmullo de risas y platicas de las demás personas que animados
por las diferentes bebidas calientes y el tibio ambiente, se relajaban  y disfrutaban un poco.
-Parece que te buscan- fue su pregunta de manera más directa la que me trajo de nuevo a la realidad.
-a mí? Conteste un tanto incrédulo
-Sí; la chica que atiende- aclaró- con su hermosa sonrisa. Había olvidado por completo el café y el sándwich,
a corta distancia la mesera me buscaba entre la  concurrencia, en un momento me levante y llame su atención,
con un marcado gesto de alivio la chica puso frente a mí el humeante y aromático café.
- En seguida  le traigo el resto de su orden- sin agregar más volvió a desaparecer.
Yo ya no sabía si oía lo que mi bellísima acompañante decía, o solo la miraba totalmente atrapado por su
carisma arrollador que envolvía todo lo que le rodeaba, mis ojos solo viajaban sin parar desde las curvas de
sus labios a el brillo mágico de sus ojos, de la perfecta armonía en la forma de sus orejas, a el increíble arco
que delineaban sus cejas negras y espesas que contrastaban alegremente con la blancura de su cutis,
la simetría de sus dientes blancos como el marfil, y aun su lengua rosada como las primeras rosas de la
primavera, mis ojos se deleitaban al máximo, apreciando cada detalle de aquella perfección humana hecha
mujer;   aunque mi oído se confundía por el variado murmullo de la concurrencia, Y el necio desplante de
la lluvia y el viento afuera, perfectamente oí cuando me propuso:
- Mi departamento queda a unas pocas calles de aquí,  te gustaría tomar una copa conmigo allá?
Era sencillamente increíble! No recuerdo lo que sentí cuando avanzamos en las empapadas calles,
bajo la lluvia y azotados por las inclementes ráfagas de viento helado, ni por cuánto  tiempo caminamos,
no recuerdo si pagué el café o lo hizo ella, y aunque sentía hambre jamás me volví a acordar del sándwich...
Como un sueño agradable recuerdo su risa, que se imponía a los ruidos de la noche y de la lluvia, su figura
sin par, que aun evitando la lluvia y el viento no perdía la elegancia y la gracia, recuerdo también que subimos
unas escaleras en  un edificio un tanto grotesco, que en tiempo normal tal vez nunca hubiese penetrado,
pero ahora solo me dejaba llevar, como un alma se deja conducir por un ángel que le guía a un supuesto
paraíso. Aunque dejamos la lluvia y el viento afuera, debo reconocer que quizá el interior de aquel viejo
edificio me pareció aún  más frío y lúgubre que la misma calle.
La puerta de su apartamento se abrió y la escasa luz del interior solo permitía ver lo más elemental del
mobiliario y la apariencia de sus formas me hicieron sentir en tiempos un tanto lejanos al  actual, y en ese
mismo momento caí en cuenta que parte de su vestuario también lo era! Incluyendo un par de sombreros
que colgaban de un gancho empotrado en la pared, las mismas lámparas y su precaria luz parecían fuera de
tiempo y de espacio,  también el penetrante aroma que inundaba todo la habitación y que atacaba sin piedad
mi nariz me transportaba a otras épocas, desconocidas quizá, pero presentidas, o dibujadas en mi imaginación
por las lecturas de novelas de Edgar Allan Poe.
Por un momento todo se quedó en completo silencio, tal vez esperaba que encendiera algunas luces
 e iluminara un poco más aquella fría habitación que sin poderlo evitar me provocaba fuertes escalofríos!
Pero en cambio solo vi su figura acoplarse a las penumbras y deslizarse por los espacios hasta casi confundirse
con las sombras que eran terriblemente predominantes allí...
Mis ojos buscaron con ansiedad algo de luz exterior, el sonido melancólico de la lluvia y el viento tal vez serian
un poco menos asfixiantes, pero unas pesadas cortinas cubrían todas las posibles ventanas y no solo parecían
evitar la luz, también lo hacían con los sonidos, con cualquier  signo del tiempo y la vida actual de la ciudad.
La incomodidad y el desasosiego que amenazaban con explotar  en mi pecho desaparecieron al mismo tiempo
que ella regresaba, como expulsada de las mismas sombras en las que antes se fundiera, como si sus bellas
formas se forjaran en el mismo espacio donde un segundo antes no había nada, su sonrisa volvía a brillar
aunque en su rostro había menos luz y su belleza parecía esconderse de mí, su voz me llegaba melosa pero
esta vez sonaba diferente, como más lejana, y un poco más grave- te gusta el whisky?- me preguntò  al mismo
tiempo que su mano me extendía un vaso con un líquido que olía como whisky, por un momento tuve dudas de
beber del vaso, ella era una completa desconocida para mí, bellísima! Pero desconocida, estaba por primera
vez en un apartamento en penumbras y exageradamente frío, en una ciudad inmensa pero en la cual no
conocía a nadie, además ni siquiera había visto en qué momento había servido el supuesto whisky,
instintivamente olfatee el líquido aunque conocía perfectamente el bouquet del whisky y ya lo había
identificado, intentaba reconocer algún elemento extra, pensé que sería odioso  que terminara narcotizado
y dormido.
Como si adivinara mis temores soltó una risa entre divertida y juguetona, y mientras hundía sus dedos en
mis cabellos me acercò  su vaso mientras retiraba el de mis manos.
- Te propongo que bebamos del mismo,¿ te parece?
- Un poco apenado por sentirme sorprendido quise evitar que tomara mi vaso, pero después de dar un sorbo
al suyo ahora lo acercaba de modo coqueto a mis labios, a la vez que sus ojos lanzaban  llamaradas de erotismo
a los míos, bien cerca, tanto que su aliento aderezado con el ahumado sabor del whisky empezaba a embotar
y a embriagar poco a poco mis sentidos, incluido el de la ecuanimidad.
El alcohol invadió mi boca, y sus labios mi cuello, mis mejillas después, en mi oreja izquierda sentí un mordisco
suave que hizo cimbrar hasta la última célula de mi cuerpo, yo no supe si la oleada de calor que me recorrió
por completo había sido causada por el ambarino licor o por la  arrebatada tempestad de pasión con la que
aquella mujer me regalaba, con más fuerza aún que la que sobre la ciudad se abatía aquella noche.
Apenas sentí sus manos sobre mi piel, como suaves aleteos de mariposas, una y otra vez recorriendo  casi
todo mi cuerpo provocándome un agradable cosquilleo, nunca sentí el despojo de mis ropas, ni cuando se
diluyeron las de ella...solo recuerdo que mis manos se aferraron con ansiedad a su breve cintura, al principio,
pero también volaban con ansiedad por la sedosa piel de su espalda femenina, el tiempo empezó a jugar
peligrosamente entre la realidad y la fantasía, o al menos, yo así lo sentía, una dulce y agradable inconsciencia
se fue apoderando de mí, con los ojos entrecerrados note que la chimenea se prendía  sola, al comienzo
con un extraño chisporroteo de luces azules, hasta que poco a poco se convirtieron en normales lenguas
de fuego que parecían cuchichear entre ellas, como si al alcanzarnos con su calor también nos alcanzaran
con su curiosidad; después el fastidioso olor a encierro y a olvido que sentí al llegar, se fue transformando
en un placentero aroma a rosas blancas que parecía hacer levitar mi cuerpo, pero siempre fundido al de
aquella extraña mujer que seguía desesperadamente buscando internarse en lo más profundo de mi.
Como si buscara poseer mi alma misma, más que mi cuerpo; su respiración agitada, caliente y anhelante
aumentaba de intensidad, como sincronizándose  a los espasmos que mi cuerpo experimentaba, mezcla
de placer y desesperación, era claro que mi energía vital me abandonaba, pero a cambio obtenía una dulce
sensación de relajamiento total que una vez superada la angustia inicial, alcanzaba los más altos grados de
gratificación, y mientras las continuas descargas  de placer me recorrían como embravecidas olas de un
tempestuoso mar lo hacen contra una playa inerme, como un eco seco y lejano pude apreciar un murmullo
ininteligible de sus labios, como en un idioma del pasado, una lengua ya muerta, o de otro mundo quizá,
algo que sentía como un rezo, o un conjuro, un tanto incierto, bendición o maldición.
La entera mezcla de sensaciones que experimentaba me parecía comparable a una macabra danza ejecutada
en los mismos umbrales de la muerte y la vida, sin saber a cabalidad si llegaba o me iba, entonces supe que
el tiempo se había parado, o perdido su sentido, aquella casi oscura habitación me pareció una cápsula
 en el espacio y en el tiempo, ajena a todo lo que en el exterior pudiera acontecer...
De repente el constante torbellino de pasión que ella guiaba se convirtió en una descomunal explosión final
tan sorpresiva y avasalladora  como la de un volcán, que inexorablemente me arrastró, la suave letanía que
su rítmico murmullo significaba se tornó altisonante y hasta agresiva, pero lentamente se fue separando de
mí, su blanca desnudez rodó por la alfombra en sentido contrario al de la chimenea, como buscando la parte
más oscura de la habitación, de entre las penumbras sentí la mirada curiosa de sus ojos azules y también
pude percibir el casi inaudible susurro en ese extraño lenguaje, quise buscarle con mis ojos, decir algo también,
pero extrañamente una fuerza sobrenatural me inmovilizó  por completo, sentía frío debido a mi desnudez,
sentía el sabor del whisky en mi boca y también el de sus fríos labios ,pero no podía moverme ni para
procurarme un poco de calor arrastrándome hacia la chimenea, la cual inexplicablemente se apagaba poco
a poco, del mismo modo que se había encendido, aumentando con ello la oscuridad, mi frió, mi desesperación
y mi desconcierto. Solo mis ojos podían moverse pero entre la cada vez más densa oscuridad nada podían
percibir, aún podía presentir su presencia a unos metros de mí, de entre la oscuridad aun podía sentir la
curiosidad de sus azules pupilas, pero aunque mi cerebro ordenaba hablar, ni mi garganta ni mis labios podían
emitir sonido alguno, y por un indeterminado tiempo solo pude sentir su ahora callada presencia, los cada
vez más angustiados latidos de mi corazón, y las inclementes mordidas del frío  sobre mi indefensa piel,
instintivamente intente rezar mentalmente, a sabiendas de que aquella extraña inmovilidad no podía ser
normal, pero entonces recordé que nunca había aprendido a rezar nada... solo me limite a pedir ayuda a dios
como mejor pude, de repente sentí que una lágrima surcaba mi mejilla derecha, y mi cuerpo entraba en un
agradable sopor, mi frío desapareció al mismo tiempo que mi angustia, deje de sentir su presencia en la oscura
distancia, y una paz total me arropò por completo, mis ojos vagaron una vez más por las espesas tinieblas que
me rodeaban, pero ningún temor mordió mi corazón esta vez.
Mi cansancio y mi angustia se acurrucaron junto a mí, y las manos benevolentes de mi ángel de la guarda me
hundieron tranquilamente en la inconsciencia...
Lo primero que sentí y que fue quizá lo que me despertó, fue el frío otra vez, el frío  de la mañana, pero esta
vez la luz bendita e intensa del sol lastimò mis pupilas, cegándome por unos segundos, instintivamente lleve
mi mano a mi cara e intente proteger mis ojos de la fuerte y descarada luz del astro rey, de un salto me
incorporè  y al momento me di cuenta de mi completa desnudez, con afán inaudito busque mi ropa, la cual
empecé a notar regada por todo aquel increíble espacio de abandono y suciedad que me rodeaba, un agudo
latigazo de dolor golpeò mi cerebro al mismo tiempo que los recuerdos de la noche anterior inundaban mi
cabeza como un río desbordado, mientras me vestía con prisa por el frío y la sensación de urgencia por largarme
lo antes posible de aquel absurdo lugar, sentí un raro malestar en mi garganta, como si hubiera llorado mucho,
o me la hubiera desgarrado a gritos, pero mientras mi  todavía atolondrada mente hallaba una explicación para
esa dolencia, mis ojos ya acostumbrados a la magnífica luz de ese bellísimo sol mañanero, no podían dar
crédito a lo que veían!
Aquella habitación tenía  sin duda décadas de abandono, en  el avanzado estado de destrucción en que se
hallaba solo ratas y cucarachas o cualquier otro tipo de alimañas como esas podrían  ser habitantes de tal lugar,
lo que alguna vez pudo haber sido muebles que dieran comodidad a aquella especie de sala en la que había
pasado la noche, ahora solo eran un triste remedo de muebles, tapizados por agujeros, mugre y abandono,
la madera carcomida por las polillas, ratas y alguna otra clase de insectos, que alguna vez conformaron las
paredes, solo  permitían sospechar el paso de mejores tiempos por ese viejo departamento que conformaba
aquel lúgubre edificio que ahora se caía a pedazos, aun entre penumbras la noche anterior había apreciado
gruesos cortinajes sobre los amplios ventanales que ahora lucían desnudos y con algunos vidrios rotos y otros
exageradamente sucios, la ennegrecida alfombra sobre la que había pasado la noche lucía  con tantas manchas
y costras de mugre, que sentí un terrible escozor por toda mi piel solo de imaginar que había dormido desnudo
sobre tal inmundicia, y la chimenea que albergara una picara hoguera durante la noche, ahora no se podía
apreciar ni el más mínimo rastro de ceniza, y tan solo unas gruesas capas de hollín que parecían acumular todo
el gris aburrimiento de noches y días interminables, con sol y con lluvia, con frío y calor , pero sin el más leve
asomo de humanos, la puerta que yo mismo había visto como mi extraña acompañante de la noche anterior
 abría con sus llaves, ahora simplemente no existía! Era solamente un marco que franqueaba sin obstáculo
alguno el paso a un maloliente pasillo que desembocaba en unas desvencijadas escaleras que amenazaban
con derrumbarse a cada paso de tan viejas que estaban, con ansiedad indescriptible termine de anudar la
agujeta de mi último zapato y tras comprobar que todas mis pertenencias estaban en los bolsillos de mi
pantalón y de mi abrigo, incluyendo mi cartera y mi dinero que fue lo que más me asegure tener conmigo,
busqué la salida de aquel horrible lugar.
En cuanto me dirigí a la salida, una intensa oleada de perfume a rosas blancas invadió todo el lugar, opacando
por unos momentos el desagradable olor a suciedad  y a olvido que reinaba en aquel abandonado espacio.
En el mismo momento que atravesé la salida, un viento salido de no sé dónde, arrastro hasta mi oído un
apagado susurro en un idioma entre agrio y dulce, entre acogedor y repulsivo, que inevitablemente me sacudió
por entero en un fuerte escalofrío
La ciudad y sus calles lucían más limpias que nunca como si la lluvia de la noche anterior las hubiese lavado
a conciencia; además la luz radiante del sol las hacía  aún más brillantes, por mi mente paso la idea de
conseguir una habitación de hotel, una ducha caliente me hacía guiños desesperados, pero antes un café...
¡un maldito café!
Inconscientemente mis pasos me habían llevado de regreso a la misma cafetería de la noche anterior, sin darme
cuenta ingrese al lugar, y solo hasta que tuve enfrente la malhumorada y regordeta cara del gringo del
mostrador caí en la cuenta de donde estaba otra vez, mientras ponía sus enormes manos sobre el mostrador,
me preguntó;
- ¿Qué te voy a servir?- No... Nada, gracias!- contesté mientras buscaba la salida con prisa, a mis espaldas
alcance a oír que el  gigante rubio murmuraba,- maldito loco!-
Y ahí estaba otra vez, en mitad de la calle y reprimiendo mis ganas por un café,  pero por algún tiempo no
quería saber nada de cafeterías, después de todo así había empezado aquel horrible episodio de mi vida,
respire profundo y continúe caminando entre la gente que poco a poco empezaba a llenar las calles de aquella
vieja ciudad estadounidense, mis pasos me llevaban a confundirme entre la muchedumbre, y por un momento
levanté  mis ojos hacia el limpio cielo azul de la mañana y solo una nube pequeña, muy pequeña, se plantaba
en la inmensidad azul, y por un momento sentí como unos ojos azules también espiaban tras aquella nubecilla
mi apresurada figura mezclarse entre las demás.
Febrero 7 2008.
Pablo velàsquez.

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