La liberación de Martín

Tal vez fue la lluvia de invierno que afuera paseaba con flojera  por el jardín, por el techo de la casa, por la calle vacía y por la mirada llena de fastidio de Martín, pudo haber sido  la cara siempre enojada de su mujer o el estúpido diálogo de la telenovela en la televisión, quizás solo fue un cúmulo ya insoportable de situaciones diversas, la cosa es que a Martín le dieron ganas de salir a comprar cigarros.
-.Voy por cigarros- le informó a su mujer, que sin despegar los ojos de la televisión solo atinó a gruñir.
-Jumm-
Cuando salió a la calle sin sombrero,  sin abrigo y sin paraguas la lluvia le dio un abrazo frío que le hizo sentirse más vivo que el cuerpo rutinario de su mujer, el aire nocturno olía a libertad y a decisión.
Completamente empapado pero con una sonrisa inexplicable ingresó al agradable calor del oxxo que continuamente visitaba, esta vez ni siquiera la siempre acosadora mirada del empleado homosexual le molestó, su sonrisa continuó imperturbable, en ese mismo momento recordó que él ni siquiera fumaba, pero ya estaba ahí, pensó que un capuchino caliente vendría bien para aquella noche lluviosa y endiabladamente fría.
Pagó por el café y un hot dog un poco más de sesenta pesos y en su interior pensó que también aquella noche estaba dispuesto a pagar por su libertad, aunque de esa desconocía el precio.
Cuando salió a la calle la lluvia ya había cesado, pero había lavado la ciudad, la cual ahora lucía limpia, el aire fresco de la noche joven arrastraba un fuerte perfume a flores húmedas, excitadas por la lluvia.
Martín se detuvo en medio de la espaciosa y ahora solitaria avenida ‘’Libertadores de América’’ aspiró con placer el aire perfumado, tomó un largo sorbo de café, la oleada de placer que le recorrió el cuerpo, le provocó un repentino ataque de amnesia, de pronto había olvidado quien era, donde trabajaba y hasta si tenía mujer, sobre todo esto último, de repente la interminable hilera de postes del alumbrado público sobre la avenida se le figuraron las luces de pista para que aterrizara una nueva vida, en lugar de la que ahora había olvidado de golpe.
Con paso firme empezó a caminar en línea  recta, algo le decía que al final de la avenida nacería otra vez el sol, le esperaba un nuevo día, el primer día de una vida más excitante, palpó en sus bolsillos unas llaves que probablemente eran de alguna casa que ya no recordaba dónde  quedaba, y tampoco sabía si quería volver a la misma, así que las tiró lejos, ya pesaban mucho y no había razón válida para seguir cargándolas, también intuyó que algo de dinero quedaría en sus bolsillos, en sus manos había un capuchino y un hot dog que olían riquísimo, por ahora no necesitaba nada más.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Sin constanza

Bolitas de chocolate.

Esos Dias