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Mostrando las entradas de octubre, 2020
  El señor de los perros. No recuerdo cuando empezó esta loca manía de despertar en las madrugadas, casi siempre entre las tres y cuatro de la mañana, prepararme una taza de café, salir al balcón que da a una calle quieta, dormida a esa hora, después de todo, mi pueblo permanece anclado en sus costumbres, y es uno  de  esos que si duermen por las noches. Con el café en la mano y en mis sentidos me da por buscar esas estrellas quietas, que en el cielo también parecen sufrir insomnio, a veces es la luna, la que me toma un sorbo de café y me regala una caricia en el pelo revuelto, en otras ocasiones es la lluvia, la que me explica con gotas pausadas, porque prefiere llegar amparada en las tinieblas hasta mi balcón, con esa bien desarrollada obsesión de ladrona, a robarme el sueño. Lo peor es cuando al fondo de la calle aparece ‘’el señor de los perros’’ siempre enfundado en un largo impermeable amarillo, como si temiera una inesperada tempestad, aunque el cielo estrellado le diga que eso